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Dark Wings, Dark Words [Elinne Lasserre]
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Dark Wings, Dark Words [Elinne Lasserre]
La lechucería no era un lugar muy transitado entre semana. Las cartas y los paquetes llegaban directamente a manos de sus respectivos dueños en el Gran Comedor. Con la comodidad que esto suponía, poca era la gente que bajaba todo el camino pedregoso hasta el alto y estrecho edificio de piedra. Yo me encontraba allí, pagando el cabreo de una lechuza que no soportaba echar a volar sin antes recibir una compensación que claramente no tenía. Por más que rebuscaba en mis bolsillos no lograba encontrar los pedazos de galleta que había cogido del comedor. La bestia alada soltaba picotazos a diestro y siniestro ganándose un insulto tras otro — puta rata voladora, no tengo nada para tí — volví a intentarlo acercando la carta con la mano, pero otra vez volví a recibir un picotazo - esta vez me abrió una herida en el dedo índice - tensé la mandíbula y apreté los dientes conteniendo el impulso de soltarle un manotazo. No era precisamente la clase de persona que disfruta torturando animales, aunque aquella lechuza se lo merecía - todo hay que decirlo.
Respiré profundamente un par de veces. Quería entregar la puñetera carta. Quería anudarla a la desgastada pata de la lechuza. Quería ver como movía su puñetero culo emplumado en dirección a la ventana, y echaba a volar. No es que fuera de vital importancia - tal vez si lo fuera - una carta con el nombre de mi madre como destinatario cuya información contenía la preocupación - en mayúsculas - hacia mi hermana, Edith. No sabía como ganarme el perdón de la pequeña tras la discusión de la semana pasada. Tampoco entendía el porqué de su enfado ¿acaso no era la protección trabajo de los hermanos mayores?
Me limpié la herida con la camiseta y giré el rostro al escuchar la llegada de algún alumno. Esperaba no toparme con Bellatrix Black, no tenía ganas ningunas de pelear - mucho menos tras recibir el impacto de una bludger en el costado durante el entrenamiento de la mañana. No era Bellatrix. Pero el escalofrío que recorrió mi espina dorsal sirvió como toque de atención para anunciar un momento incómodo. Era la Sangre Sucia de Gryffindor. Lasserre. Procuré no dirigirle la mirada, pero me resultó imposible. Aquellos ojos... era imposible no fijarse. << Eres una vergüenza para los Huxley >> la voz de mi padre sonó tan cercana que estuve a punto de soltar un puñetazo en dirección a la lechuza.
Respiré profundamente un par de veces. Quería entregar la puñetera carta. Quería anudarla a la desgastada pata de la lechuza. Quería ver como movía su puñetero culo emplumado en dirección a la ventana, y echaba a volar. No es que fuera de vital importancia - tal vez si lo fuera - una carta con el nombre de mi madre como destinatario cuya información contenía la preocupación - en mayúsculas - hacia mi hermana, Edith. No sabía como ganarme el perdón de la pequeña tras la discusión de la semana pasada. Tampoco entendía el porqué de su enfado ¿acaso no era la protección trabajo de los hermanos mayores?
Me limpié la herida con la camiseta y giré el rostro al escuchar la llegada de algún alumno. Esperaba no toparme con Bellatrix Black, no tenía ganas ningunas de pelear - mucho menos tras recibir el impacto de una bludger en el costado durante el entrenamiento de la mañana. No era Bellatrix. Pero el escalofrío que recorrió mi espina dorsal sirvió como toque de atención para anunciar un momento incómodo. Era la Sangre Sucia de Gryffindor. Lasserre. Procuré no dirigirle la mirada, pero me resultó imposible. Aquellos ojos... era imposible no fijarse. << Eres una vergüenza para los Huxley >> la voz de mi padre sonó tan cercana que estuve a punto de soltar un puñetazo en dirección a la lechuza.
Re: Dark Wings, Dark Words [Elinne Lasserre]
Eran aquellas pequeñas rutinas lo que, a veces, la apaciguaban y le brindaban un poco de calma entre tanto ajetreo y deber de la escuela, de la misma edad, de tener que vivir entre dos mundos y de aquellos rumores y noticias que encabezan las primeras páginas del diario “El Profeta”. El periódico reposaba doblado por la mitad sobre la mesa de madera, con las puntas un tanto ajadas por tantos dedos que, desesperados, volteaban las hojas en busca de más información, algún dato que tal vez antes no se habían dado cuenta.
El comedor había revoloteado con el espantoso informe. Recordaba haber comenzado a comer su postre de calabaza, mientras hablaba con alguna chica de Hufflepuff que se había colado en su mesa. Habían quedado en salir esta semana a Hogsmeade con un par de chicos “águilas” y otra chica más de un año menor que ella.
Elinne no era ninguna extraterrestre, podría tener calificaciones que superaban el promedio, disfrutaba de un buen pedazo de lectura, rondaba de vez en cuando por la biblioteca y entendía del fútbol tanto como el quidditch, pero eso no la hacía una alienígena. También poseía los gustos de cualquier muchacha de su edad: le encantaba salir de compras, ver a algún chico de vez en cuando, tomar una cerveza de mantequilla, reír…La paz, como siempre, parecía reinar el comedor y los mismos pasillos de la escuela mágica, pero todos sabían que, en tiempos como este, la armonía y concordia comenzaba a quebrantarse.
Un chico de piel oscura había llegado corriendo, pasando las enormes puertas abiertas del gran comedor y con el aliento apresurado como si acabase una maratón de varios kilómetros. Llevaba el encabezado con la mano bien alta en el aire, gritando y bajando el ritmo de sus pasos. Tres muggles habían sido asesinados por causas que, el mundo no-mágico, no habían hallado explicación. Aquellas horribles noticias anti-muggles habían dejado de ser escuchadas hace no tanto tiempo como la francesa hubiera preferido.
Los ojos de la morena estaban tan semejantes o iguales a un plato de loza blanco y sus orejas se pararon como mismo perro ante cualquier ruido de alerta. No pudo evitar que un simple pensamiento abarcara su cabeza. Sus padres. ¿Cómo estaban? ¿Le había sucedido algo a sus abuelos? El periódico no tardó en llegar a su sitio, las páginas tenían claras señales de arrugas, pero eso no dejaba de hacer visible lo importante. Había leído las primeras líneas con el fin de buscar el lugar del asesinato. Killiney, Irlanda. Un pequeño suspiro de alivio se despegó de sus labios, eso se encontraba muy lejos de su casa, muy lejos de su familia.
Conocía que era tonto y presuntuoso pensar que los tres muggles correspondían a su familia, ella solo era una estudiante y el que comenzaba a reinar temor sobre los magos no tenía ningún interés en su persona. Pero el simple hecho de pensar que podría ser alguien que ella conociera, que ella amara…Terminó de leer la noticia con la misma rapidez con la que devoraba un libro en época de exámenes, tampoco se pudo haber demorado, había otros que querían saber que había pasado.
Se levantó de su asiento y recogió el libro de pociones que tenía. Una mirada de duda en la chica tejona la atacó. Ni siquiera había terminado de comer su postre. Asintió con la cabeza y se disculpó, inventándose alguna excusa que la serviría para salir de aquel lugar.- No te olvides que saldremos a Hogsmeade.- mencionó con una sonrisa campante. La muchacha le creyó y la dejó escapar.
Nunca el camino hacia la lechucería le había parecido tan, pero tan largo. Sin embargo, estaba decidida, tenía que hacerlo, así calmaría aquella cabeza suya. Además, sus abuelos nunca se quejaban cuando ella mandaba alguna nueva carta. Tal vez, era la culpa la que la carcomía por mantenerse incomunicada por ya dos semanas. Encontraría algún pergamino extra, sin usar, en el nido de alguna lechuza.
Los alaridos de un ave retronaban en todo el lugar. Sospechaba que era el sitio más ruidoso de todo Hogwarts, pero aquello era una animal molesto...o un animal siendo molestado y veía por quién.-...- Quiso decir algo, saludarlo, pero titubeó. Podría simplemente alejarse, dar media vuelta, pero eso no era muy Gryffindor. No era muy difícil armarse de valor, era solo un muchacho. Un muchacho cualquiera que la odiaba por ser Sangre Sucia, nada nuevo para ella.
Siguió de largo, posando el libro en alguna mesilla rústica. No tardó mucho en darse cuenta que aquel plan de robar papel sería una misión fallida, con un testigo que la acusaría de delincuente pobretona, hija de muggles asquerosos. - ¿Tienes un pergamino extra que puedas darme?- Porque claro, siempre era mejor recibir un ataque directo, así ya no la delatarían de ladrona, solo de atrevida, caradura. ¿Qué se habrá creído para dirigirse a un Puro?
El comedor había revoloteado con el espantoso informe. Recordaba haber comenzado a comer su postre de calabaza, mientras hablaba con alguna chica de Hufflepuff que se había colado en su mesa. Habían quedado en salir esta semana a Hogsmeade con un par de chicos “águilas” y otra chica más de un año menor que ella.
Elinne no era ninguna extraterrestre, podría tener calificaciones que superaban el promedio, disfrutaba de un buen pedazo de lectura, rondaba de vez en cuando por la biblioteca y entendía del fútbol tanto como el quidditch, pero eso no la hacía una alienígena. También poseía los gustos de cualquier muchacha de su edad: le encantaba salir de compras, ver a algún chico de vez en cuando, tomar una cerveza de mantequilla, reír…La paz, como siempre, parecía reinar el comedor y los mismos pasillos de la escuela mágica, pero todos sabían que, en tiempos como este, la armonía y concordia comenzaba a quebrantarse.
Un chico de piel oscura había llegado corriendo, pasando las enormes puertas abiertas del gran comedor y con el aliento apresurado como si acabase una maratón de varios kilómetros. Llevaba el encabezado con la mano bien alta en el aire, gritando y bajando el ritmo de sus pasos. Tres muggles habían sido asesinados por causas que, el mundo no-mágico, no habían hallado explicación. Aquellas horribles noticias anti-muggles habían dejado de ser escuchadas hace no tanto tiempo como la francesa hubiera preferido.
Los ojos de la morena estaban tan semejantes o iguales a un plato de loza blanco y sus orejas se pararon como mismo perro ante cualquier ruido de alerta. No pudo evitar que un simple pensamiento abarcara su cabeza. Sus padres. ¿Cómo estaban? ¿Le había sucedido algo a sus abuelos? El periódico no tardó en llegar a su sitio, las páginas tenían claras señales de arrugas, pero eso no dejaba de hacer visible lo importante. Había leído las primeras líneas con el fin de buscar el lugar del asesinato. Killiney, Irlanda. Un pequeño suspiro de alivio se despegó de sus labios, eso se encontraba muy lejos de su casa, muy lejos de su familia.
Conocía que era tonto y presuntuoso pensar que los tres muggles correspondían a su familia, ella solo era una estudiante y el que comenzaba a reinar temor sobre los magos no tenía ningún interés en su persona. Pero el simple hecho de pensar que podría ser alguien que ella conociera, que ella amara…Terminó de leer la noticia con la misma rapidez con la que devoraba un libro en época de exámenes, tampoco se pudo haber demorado, había otros que querían saber que había pasado.
Se levantó de su asiento y recogió el libro de pociones que tenía. Una mirada de duda en la chica tejona la atacó. Ni siquiera había terminado de comer su postre. Asintió con la cabeza y se disculpó, inventándose alguna excusa que la serviría para salir de aquel lugar.- No te olvides que saldremos a Hogsmeade.- mencionó con una sonrisa campante. La muchacha le creyó y la dejó escapar.
Nunca el camino hacia la lechucería le había parecido tan, pero tan largo. Sin embargo, estaba decidida, tenía que hacerlo, así calmaría aquella cabeza suya. Además, sus abuelos nunca se quejaban cuando ella mandaba alguna nueva carta. Tal vez, era la culpa la que la carcomía por mantenerse incomunicada por ya dos semanas. Encontraría algún pergamino extra, sin usar, en el nido de alguna lechuza.
Los alaridos de un ave retronaban en todo el lugar. Sospechaba que era el sitio más ruidoso de todo Hogwarts, pero aquello era una animal molesto...o un animal siendo molestado y veía por quién.-...- Quiso decir algo, saludarlo, pero titubeó. Podría simplemente alejarse, dar media vuelta, pero eso no era muy Gryffindor. No era muy difícil armarse de valor, era solo un muchacho. Un muchacho cualquiera que la odiaba por ser Sangre Sucia, nada nuevo para ella.
Siguió de largo, posando el libro en alguna mesilla rústica. No tardó mucho en darse cuenta que aquel plan de robar papel sería una misión fallida, con un testigo que la acusaría de delincuente pobretona, hija de muggles asquerosos. - ¿Tienes un pergamino extra que puedas darme?- Porque claro, siempre era mejor recibir un ataque directo, así ya no la delatarían de ladrona, solo de atrevida, caradura. ¿Qué se habrá creído para dirigirse a un Puro?
Elinne Lasserre- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 08/02/2016
Re: Dark Wings, Dark Words [Elinne Lasserre]
Apostaría cien galeones a que mi mirada era un poema de rima asonante - por la falta de concordancia entre una ceja subida y la otra en posición normal - con menos consistencia que el pastel de carne que servían en el Gran Comedor los jueves por la noche. Un rostro que auguraba que cosas terribles estaban a punto de suceder y que yo sería el responsable de esas cosas. Mi cabeza estaba combatiendo en un paraje inhóspito. La clase de escenario donde no se sentía cómodo y le resultaba cada vez más difícil contener los ataques sofocantes de un ejército de emociones que omitían mis impulsos. Algo dentro de mí - aquella parte que seguía a rajatabla la educación impuesta por mis padres - quería escupir en el suelo o en los pies de Elinne Lasserre. Sin embargo, esa otra parte que luchaba contra los impulsos, mantenía mi rostro relajado y cargaba mi mente de dudas.
Si Andromeda habla con un sangre sucia y no le ocurre nada malo… ¿por qué yo no voy a poder hacer lo mismo? << Porque no merece tus palabras. No merece ni un solo minuto de tu tiempo >> respondió con contundencia la voz de mi padre << Deshazte de esta sangre sucia. Déjale claro que no son bienvenidos >>. Mi mano libre se cerró en un puño y el rostro acabó por tensarse — no — salió de lo más profundo de mi garganta. Como una voz de ultratumba. << ¡Demasiado amable! >>.
Le di la espalda pasándome el puño por la frente. Como si me estuviera limpiando un sudor inexistente. No quería reconocerlo, pero seguramente estuviera resultando más estresante para mí que para ella. ¿Qué tenía que perder ella? Dirigiéndome la palabra solo se habría ganado un par de insultos/desprecios, pero ni tan siquiera se los había llevado. Di un par de pasos largos hacia los nidos de lechuza y metí la mano en uno donde no parecía reposar ninguna lechuza. Las yemas de los dedos lograron palpar el papel amarillento que acabé extrayendo del hueco. Haciendo un enorme esfuerzo por no ablandar mi fachada de serpiente cabreada, volví a rebuscar en el nido hasta sacar un pequeño bote de tinta. Giré sobre mí mismo y dejé ambos objetos sobre la mesa acompañando el movimiento con un golpe seco.
Plumas había de sobra por todo el suelo, y no sería yo el que me agachara para recogerle una — procura no mancharte — dije a sabiendas de que a parte de las plumas también había cagadas y restos de tierra. Sin embargo mi subconsciente supo que debía rebajar tanta suavidad con algo de odio — no querría que te ensuciarasss — siseé de manera amenazante conforme con el juego de palabras.
De nuevo volví a alzar la carta deseoso de que la lechuza hubiera entrado en razón, pero al cogerla desprevenida me volvió a picotear la mano con brusquedad. Alcé la cabeza echando aire por la boca y comenzando a golpear el suelo con el pie. La paciencia se me estaba agotando. No sabía si era el destino dándome por culo o si realmente aquella lechuza me estaba tomando el pelo. Volví a dirigirle la mirada a la sangre sucia — ¿te sobra algo de comida? — aquella pregunta era como una flecha directa a mi orgullo — no va a dejar que le anude la carta hasta que le dé algo de comer...
Si Andromeda habla con un sangre sucia y no le ocurre nada malo… ¿por qué yo no voy a poder hacer lo mismo? << Porque no merece tus palabras. No merece ni un solo minuto de tu tiempo >> respondió con contundencia la voz de mi padre << Deshazte de esta sangre sucia. Déjale claro que no son bienvenidos >>. Mi mano libre se cerró en un puño y el rostro acabó por tensarse — no — salió de lo más profundo de mi garganta. Como una voz de ultratumba. << ¡Demasiado amable! >>.
Le di la espalda pasándome el puño por la frente. Como si me estuviera limpiando un sudor inexistente. No quería reconocerlo, pero seguramente estuviera resultando más estresante para mí que para ella. ¿Qué tenía que perder ella? Dirigiéndome la palabra solo se habría ganado un par de insultos/desprecios, pero ni tan siquiera se los había llevado. Di un par de pasos largos hacia los nidos de lechuza y metí la mano en uno donde no parecía reposar ninguna lechuza. Las yemas de los dedos lograron palpar el papel amarillento que acabé extrayendo del hueco. Haciendo un enorme esfuerzo por no ablandar mi fachada de serpiente cabreada, volví a rebuscar en el nido hasta sacar un pequeño bote de tinta. Giré sobre mí mismo y dejé ambos objetos sobre la mesa acompañando el movimiento con un golpe seco.
Plumas había de sobra por todo el suelo, y no sería yo el que me agachara para recogerle una — procura no mancharte — dije a sabiendas de que a parte de las plumas también había cagadas y restos de tierra. Sin embargo mi subconsciente supo que debía rebajar tanta suavidad con algo de odio — no querría que te ensuciarasss — siseé de manera amenazante conforme con el juego de palabras.
De nuevo volví a alzar la carta deseoso de que la lechuza hubiera entrado en razón, pero al cogerla desprevenida me volvió a picotear la mano con brusquedad. Alcé la cabeza echando aire por la boca y comenzando a golpear el suelo con el pie. La paciencia se me estaba agotando. No sabía si era el destino dándome por culo o si realmente aquella lechuza me estaba tomando el pelo. Volví a dirigirle la mirada a la sangre sucia — ¿te sobra algo de comida? — aquella pregunta era como una flecha directa a mi orgullo — no va a dejar que le anude la carta hasta que le dé algo de comer...
Re: Dark Wings, Dark Words [Elinne Lasserre]
Con alguna amiga suya, diría: No te preocupes, te lo pago luego. Pero, aquello solo sería tentar más las aguas. Y quizá, era eso lo que justamente Elinne quería. ¿O por qué otra razón se le hubiera imaginado pedirle un mínimo favor? Los Slytherins no hacían ningún tipo de favores, mucho menos a personas como ella. Como si ya de por sí las dos casas no se llevaran lo suficientemente mal, tenía que agregar aquel minúsculo detalle sobre su sangre. Aunque, ¿acaso no todos los pertenecientes a Gryffindor eran así? La reconocida casa de traidores e impuros. Los Hufflepuffs probablemente resultaban la clase obrera de los magos, presas fáciles de las serpientes. Los Ravenclaws se daban de listillos, haciéndose pasar por neutrales, y los Slytherins…esos eran tipos como Warren.
Sin embargo, Lasserre no dejaba de tener orígenes franceses. Y los franceses guardaban ese espíritu único de revolución y ensueño, por no decir de dramas idílicos e imposibles. Dentro de todo el arrebato de la adolescencia y las hormonas, Elinne había sido una presa más de ello. Había caído en aquella noble idea, casi ridícula, de que algo de bondad existía en el joven. Realmente pecaba de egocéntrica si es que creía que podía formar parte de ese pequeño cambio. Por lo tanto, cuando oyó el golpe provocado por el frasco de tinta y vio una hoja de papel al frente suyo, su corazón hizo ese extraño revuelco sobre sí mismo.
Esperaba un golpe, un hechizo, alguna señal que la “pusiera en su lugar”, una sarta de insultos, un escupitajo y, finalmente, él saliendo de la lechucería. Y, así tan rápido, su primera y única interacción daría por acabado. Mataría sus ilusiones y Huxley quedaría grabado en su mente como el purista arcaico, de esos que albergaban en los pasillos y parecían nunca extinguirse. Uno más del montón. Pero, no. Había logrado una reacción, una más allá de la típica rivalidad y de los comentarios hirientes.- Oh, vaya...gracias.-dijo. Sin embargo, como vino, se fue. Le costaba elegir que era lo que le dolía más: el juego de palabras o el hecho de buscar cualquier cosa que le indicara que el viperino no era igual de malvado que sus amigas serpientes.
No sabía qué responder o, más bien, no sabía qué elegir para responder. Había pensando en media docena de réplicas desagradables, pero levantó la barbilla y buscó con la mirada alguna pluma que cumpliera con los requisitos higiénicos.- Es lo que no comprendo del mundo mágico. Para ser demasiados útiles, a veces eligen formas bastantes inútiles para complicarse.- Esos bichos volaban y no tenían un lugar exacto que utilizaran como baño. Algunas plumas estaban pisadas o llenas de tierra y polvo. Otras simplemente eran muy pequeñas.- Con un bolígrafo muggle me ahorraría todo esto. - Se agachó y cogió una de un rincón.- Es un pequeño artefacto que escribe sin la necesidad de mancharlo con tinta a cada rato o de quitárselo a un ave.- Regresó a su puesto, delante del pergamino y pintó un poco la punta de la pluma.- Hay una cantidad de inventos...- Ella podía continuar con su discurso. Hablar sobre los muggles era lo peor que se le podía hacer a un purista, ¿cierto?
Nunca dejaba de observarlo con el rabillo de su ojo y cuando vio aquel baile de desesperación, ahogó una risita dentro de su boca.- Y si sabes que no te va a dejar ponerle una mano encima a menos que le des algo a cambio, ¿a qué vienes?- Lo decía la chica que planeaba escribir una carta sin lápiz ni papel. Entrecerró los ojos y suspiró, buscando algo dentro del bolsillo de la túnica.- A mi lechuza le gusta que le de premios por anticipado o sino no vuela.- Caminó hacía el pájaro.- Es igual de caprichosa que la tuya.- Le acercó el postre al pico y se lo tragó de inmediato. Había aprendido que estas aves eran como los perros, siempre tenían hambre.- Dame esa carta, la vas a embadurnar de sangre por tantos picotazos.- Podía habérsela arrebatado, que seguro le resultaba fácil por lo hastiado que parecía con su ave.- No es una buena presentación. A quién sea que vaya dirigida la carta, no creo que le guste recibir una llena de manchas rojas.
Sin embargo, Lasserre no dejaba de tener orígenes franceses. Y los franceses guardaban ese espíritu único de revolución y ensueño, por no decir de dramas idílicos e imposibles. Dentro de todo el arrebato de la adolescencia y las hormonas, Elinne había sido una presa más de ello. Había caído en aquella noble idea, casi ridícula, de que algo de bondad existía en el joven. Realmente pecaba de egocéntrica si es que creía que podía formar parte de ese pequeño cambio. Por lo tanto, cuando oyó el golpe provocado por el frasco de tinta y vio una hoja de papel al frente suyo, su corazón hizo ese extraño revuelco sobre sí mismo.
Esperaba un golpe, un hechizo, alguna señal que la “pusiera en su lugar”, una sarta de insultos, un escupitajo y, finalmente, él saliendo de la lechucería. Y, así tan rápido, su primera y única interacción daría por acabado. Mataría sus ilusiones y Huxley quedaría grabado en su mente como el purista arcaico, de esos que albergaban en los pasillos y parecían nunca extinguirse. Uno más del montón. Pero, no. Había logrado una reacción, una más allá de la típica rivalidad y de los comentarios hirientes.- Oh, vaya...gracias.-dijo. Sin embargo, como vino, se fue. Le costaba elegir que era lo que le dolía más: el juego de palabras o el hecho de buscar cualquier cosa que le indicara que el viperino no era igual de malvado que sus amigas serpientes.
No sabía qué responder o, más bien, no sabía qué elegir para responder. Había pensando en media docena de réplicas desagradables, pero levantó la barbilla y buscó con la mirada alguna pluma que cumpliera con los requisitos higiénicos.- Es lo que no comprendo del mundo mágico. Para ser demasiados útiles, a veces eligen formas bastantes inútiles para complicarse.- Esos bichos volaban y no tenían un lugar exacto que utilizaran como baño. Algunas plumas estaban pisadas o llenas de tierra y polvo. Otras simplemente eran muy pequeñas.- Con un bolígrafo muggle me ahorraría todo esto. - Se agachó y cogió una de un rincón.- Es un pequeño artefacto que escribe sin la necesidad de mancharlo con tinta a cada rato o de quitárselo a un ave.- Regresó a su puesto, delante del pergamino y pintó un poco la punta de la pluma.- Hay una cantidad de inventos...- Ella podía continuar con su discurso. Hablar sobre los muggles era lo peor que se le podía hacer a un purista, ¿cierto?
Nunca dejaba de observarlo con el rabillo de su ojo y cuando vio aquel baile de desesperación, ahogó una risita dentro de su boca.- Y si sabes que no te va a dejar ponerle una mano encima a menos que le des algo a cambio, ¿a qué vienes?- Lo decía la chica que planeaba escribir una carta sin lápiz ni papel. Entrecerró los ojos y suspiró, buscando algo dentro del bolsillo de la túnica.- A mi lechuza le gusta que le de premios por anticipado o sino no vuela.- Caminó hacía el pájaro.- Es igual de caprichosa que la tuya.- Le acercó el postre al pico y se lo tragó de inmediato. Había aprendido que estas aves eran como los perros, siempre tenían hambre.- Dame esa carta, la vas a embadurnar de sangre por tantos picotazos.- Podía habérsela arrebatado, que seguro le resultaba fácil por lo hastiado que parecía con su ave.- No es una buena presentación. A quién sea que vaya dirigida la carta, no creo que le guste recibir una llena de manchas rojas.
Por supuesto que no demoré, es producto de tu imaginación.
Elinne Lasserre- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 08/02/2016
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